El que esté libre de pecado que tire la primera piedra

 


Todos Fallamos.


Muchas veces estamos muy listos para acusar y para condenar a los demás, sin darnos cuenta que todos fallamos y que no hay ni aun uno que no haya pecado delante de Dios. Estamos muy atentos para ver cuando los demás fallan para acabarlos y para destruirlos, por su error, porque siempre consideramos que es imperdonable lo que han hecho, pero nunca entendemos que nosotros también estamos en ese grupo. 


En la biblia hay una historia de una señora que encontraron en pleno adulterio, y como fue hallada en plena acción de pecado, todos fueron a ella para apedrearla por su error. Según ellos, ella debía pagar como estaba indicado en aquellos tiempos, ella debía ser apedreada hasta morir como consecuencia del pecado cometido. Eso era según los hombres, porque Jesús dijo otra cosa.


Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿Qué dices?

Juan 8:3-5


Ese es el problema de nosotros que pensamos y actuamos en nuestra humanidad, y nunca lo hacemos cómo lo hace Jesús. Siempre que se nos ofrece opinar acerca de la condición de alguien, lo que hacemos es agarrar la piedra para apedrearlo sin ninguna compasión. Necesitamos que llegue Jesús a nuestras vidas, para que alumbre nuestro interior y haga desaparecer la oscuridad que nos embarga y no nos deja ver lo que realmente somos.


Como la oscuridad que había en ellos era tan grande, ellos no podían ver sus fallos y errores, sus ojos solo podían ver el pecado de los demás y por eso se consideraban santo y puro, por lo que al momento de ver el pecado de aquella señora agarraron la piedra para ella, porque por su error no merecía vivir. Pero todo esto sucede en la ausencia de Jesús, cuando Él llega, su luz te alumbra de tal manera que tu puedes ver claramente tu interior y verte tal como eres, y así reconocer que eres tan vulnerable como los demás.


Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.

Juan 8:7



La presencia de Jesús le hizo soltar las piedras con las que pretendían acabar con aquella señora, porque cuando tu te puedes ver como eres y puede reconocer que tu no solo ha hecho lo que hizo aquel, sino cosas peores, es imposible que pueda lanzar la piedra contra tu hermano.


Cuando Jesús llega al corazón de un hombre o de una mujer todo es diferente, porque en lugar de levantar las manos para apedrear, las levanta para adorar. Porque Jesús cambia su visión, y cuando ves a alguien caer se llena de compasión, porque reconoce que ha caído también y sabe lo doloroso que es estar allí. 


El hombre sin Dios te acusa y te cuestiona, te condena y te apedrea hasta acabar contigo, pero Dios no hace lo mismo, Él te levanta y te perdona.


Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?  Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

Juan 8: 10-11  


La luz de Jesús penetra lo más profundo de nuestro interior, quitando toda oscuridad y haciéndonos encontrar con nuestra propia  conciencia. Por eso ninguno la condenó, porque dentro sí mismo pudieron encontrar las acciones de esta mujer y quizás más peores.  


Cuando agarres una piedra para alguien, haz como ellos, antes de lanzarla ves a Jesús y consulta con Él, para que te asegure si es justo lo que pretendes a hacer con tu hermano. Por más imperdonable que considere lo que ha hecho aquella persona, no le tire la piedra sin antes hablar con Dios, porque en Dios encontrarás la luz que alumbrará  tu interior y hará desaparecer toda oscuridad.


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