Yo soy la vid, vosotros los pámpanos. Juan15:5

 


Separados de Dios.


Como seres humanos tenemos la tendencia a movernos por nuestra propia cuenta, ya que consideramos que estamos capacitados para actuar correctamente frente a cualquier evento. Y si bien es cierto que Dios nos equipo en el principio de toda la inteligencia necesaria para que todo lo hagamos bien, pero aun así hoy carecemos de sabiduría por caminar en independencia alejados del Padre.


Todo Dios lo puso en el hombre en Génesis 1.26, cuando hizo al hombre a su imagen y semejanza, pero la desobediencia saco al hombre de la presencia de Dios, le quitó la sabiduría divina, convirtiéndolo en un ser estéril en cuanto a lo creado en Génesis 1:26. Pero vino Jesús a restaurar todo lo que se había perdido en el principio, pagó el precio para relacionarnos con Dios por medio de él, y que alcancemos la vida eterna. 


Pero para recibir estos privilegios que habíamos perdido en el principio, tenemos que entender que lejos del Padre nada podemos hacer. Tenemos que abolir la independencia que nos invade y volver a depender de Dios como al principio, entendiendo que sin la capacidad de Dios somos incapaces en todo, porque es Él quien nos da la sabiduría para obtener victoria en cualquier área de nuestras vidas.


Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

Juan 15:4-5


El mundo te presenta una realidad, y así te mueves en relación al mundo y a los que te rodean sin pensar en lo que Dios tiene para ti. En ese camino alejado del Padre se ve de todo, pero nada bueno, ni nada real de acuerdo al cielo, sino lo real de acuerdo a lo natural. Y así se pasa el tiempo y luego nos preguntamos, ¿Dónde están los frutos que debemos dar?


Pero no hay frutos, porque separados de Dios nada podemos hacer. Quizás hay muchas personas que dirán: yo he hecho muchas cosas. Pero, ¿Qué tan satisfecho te sientes con lo que has hecho? ¿Sientes que has hecho lo que debía de hacer en cada una de tus áreas? Porque no se trata de uno hacer lo que le gusta, o lo que quiere hacer, sino se trata de hacer lo correcto delante de Dios.




Si permanecemos en Cristo Jesús, y Él permanece en nosotros, así daremos muchos frutos en nuestra vida, en nuestra casa, en nuestra familia, en nuestros hijos, en el matrimonio, en el trabajo, en la iglesia, en el ministerio, en todo lo que somos habrá muchos frutos, porque Jesús está en nosotros y nosotros en Él. Pero si hay alguna área en la cual no haya fruto, a esta área le falta Jesús, porque si no da frutos Cristo no permanece ahí.


Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.


Es que somos pámpanos y nuestro Señor es la vid, y solo permaneciendo en Él podemos dar frutos. Dios envió a su hijo para relacionarnos con Él como al principio, y para que recuperemos los privilegios que habíamos perdido por el pecado. No fuimos creados para vivir en independencia de Dios, sino para morar en su presencia. El pecado nos aleja del Padre, pero hoy por medio de Jesús podemos volver  a disfrutar de lo que nos pertenece como hijos de Dios.


Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.

Juan 15:7


Solo tenemos renunciar a la independencia que estamos viviendo y acercarnos a Dios, entender que una rama no da frutos por sí sola, y que así tampoco nosotros podemos vivir y que nos vaya bien sin Dios. La rama alejada del tronco, no puede recibir los nutrientes necesarios para continuar con vida, pero si permanece pegada a él, así recibe todo el alimento que le proporciona para mantenerse saludable y dar suficiente fruto. 


Quitando de nosotros todo lo que nos separa de Dios y volviendo a relacionarnos con Él como en el principio, así  tendremos el privilegio de disfrutar de la riqueza de su gloria como era antes del pecado y la desobediencia de la independencia. En la presencia de Dios todo está a un abrir de boca, porque estamos pegados a Él, pero alejado de Dios nada podemos hacer. 


 Cada una de las ramas de un árbol tiene su lugar donde le toca estar, y en ese lugar recibe todo lo que debe recibir para cumplir su función como parte de dicho árbol, pero si por casualidad es cortada o quitada, se seca y deja de ser parte de ese árbol. Así pasa con nosotros cuando vivimos en independencia alejados de la vid, nos secamos y morimos espiritualmente, pero hoy nos reconciliamos con Dios y renunciamos a todo espíritu de independencia para volver a la presencia de Dios como al principio y permanecer en ella como el Padre quiere. 


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